miércoles, 29 de julio de 2009

Las conclusiones de La Astróloga y La Maga acerca del episodio de Bovary (y las terapias alternativas de Mamá Ané)

Abro mi casilla de mail, y otra vez el horror: Carlos me quiere ver. ¿Pasó algo?, le pregunto alarmada, porque me niego a creer que el mail que acabo de recibir forme parte del ritual que repetimos año tras año, y que consiste en aparecer cuando el otro justo está por olvidarnos, para recordarle que nunca, jamás, vamos a sobreponernos al amor que nos tuvimos.

“No, sólo tenía ganas de verte”

Las máquinas se volverán contra los hombres, pronosticaban las películas de los 80s, y nunca estoy tan de acuerdo como ahora, cuando quiero estrellar mi computadora contra la pared y maldigo la tecnología que permite que sea tan fácil el acecho fantasmagórico de un ex.

Sólo tiene ganas de verme, y con esa respuesta, Bovary me supone satisfecha.

Me muerdo las teclas para no escribirle: “a ver…¿y por qué me querés ver?” Pero como me reprimo, una vez más, mi cabecilla fatigada emprende la tarea de encontrar sus propias respuestas:

Me quiere ver porque se separó de aquella novia por la cuál el año pasado, cuando yo fui quien ofició de fantasma y, cansada de mi soledad, le decía que lo amaba; él me respondía: yo te amé mucho. Y con el uso del pretérito perfecto simple me refregaba en la cara que yo era la única idiota que no lo había superado. Hoy el idiota es él, de acuerdo con ésta teoría.

O no se separó nada de aquella novia, y me quiere ver para contarme que se casa o que va a ser padre. ¿Pero es tan indispensable que comparta su felicidad conmigo? Si a mí con saber que no es demasiado infeliz me basta.

Por último, me quiere ver porque es una persona adulta, que puede mantener una relación saludable con una ex novia, y cada tanto tomarse un café para intercambiar reflexiones acerca de la vida.

Y así, como jugando un partido de fútbol en el infierno, el pase de pelota siniestro de Carlos me pone ante la muy incómoda situación de tener que decidir: ver a mi ex/ no ver a mi ex.

Como no es algo que un alma en mis condiciones pueda decidir por sí sola, acudí a algunos especialistas.

Las conclusiones de La Astróloga fueron contundentes: alejáte del mecanismo histérico de Bovary. Te manda un mail luego de un año, cuando en el último encuentro te había rechazado de forma deshonrosa (es cierto Astróloga: me dejó desnuda en la cama porque no podía serle infiel a su novia), en el mail pregunta qué es de tu vida, tu respuesta parece conformarlo, y luego desaparece por un mes entero (30 días de angustia, abriendo día a día mi casilla en espera del mail funesto). Y finalmente llega, el “te quiero ver”, disfrazado de informalidad, cuyo único propósito es impedirte cortar lazos con el pasado.

Me voy de la sesión repitiendo el mantra: Jules, corta tus lazos con el pasado.

Y luego llega el turno de La Maga, mi amiga de pelo frenéticamente enrulado, que, incondicional a Totó, se despacha con sus teorías freudianas y concluye:

Que encontrarme con Carlos, mi ex, es desleal hacia Totó, mi actual.

Que para abrirme completamente a mi actual, Totó, tengo que cerrarme a mi ex, Carlos.

Que si le oculto a Toto mi encuentro con Carlos estoy sentando un mal precedente, pero si le cuento, también, porque lo voy a herir, y peor aún, voy a habilitar futuros encuentros de Totó con sus propias ex.

Que Carlos quiere verme porque corto con alguna novia, y sencillamente está caliente.

Finalmente opté por no manifestar mis inquietudes a nadie más, porque supuse que el voto negativo hacia Carlos iba a ser unánime.

Luego me fui a tomar el té con leche a lo de Mamá Ané, porque es la única persona con la que puedo compartir momentos de silencio, y el asunto de Carlos me había dejado un tanto huraña. Madre al fin, ese día tenía ganas de hablar, de comunicarme sus estados emocionales, maldita mi suerte, y ante mis gruñidos de perro al que se quiere despertar de una siesta, deslizó un comentario que me perturbó.

En su terapia de regresión a las vidas pasadas, estaba sanando mi alma y mi trabajo en esta vida respecto al amor infinito. Por lo que, me explicó, en este período podía llegar a padecer ciertas dolencias físicas o espirituales, típicas de los procesos de sanación.

Al margen de tener una madre trastornada, la verdad es que cuando me dijo “amor infinito” recordé el mail que acababa de recibir y se me anudó el estómago.

¿Será que superar mi relación con Carlos es un trabajo que me está costando más de una vida?

Y aunque no creo en la reencarnación, esa idea estrafalaria me estuvo dando vueltas en la cabeza algunos días.

Hasta que en la cola de un banco tuve una revelación.

Esa mañana Totó me había despertado acariciándome la cara mientras me decía “sos una muñequita”. Estuve todo el día con una sonrisa tonta acordándome de ese momento.

Y entendí que no hay mejor lugar para habitar que mi presente.

martes, 7 de julio de 2009

La crisis Bovary

El mail de Carlos B. desató la tragedia.

Luego de que mi inteligencia suspicaz arribara a la conclusión de que Carlos me escribió porque sí, o porque de verdad le bastaban un par de oraciones estúpidamente redactadas (por mí) para saciar su curiosidad de saber qué era de mi vida; luego de tanto naufragar por los vericuetos de mi mente mientras caminaba por la peatonal del microcentro, me dije: Carlos, te vas a cagar.

Pero el mal ya estaba hecho, un mail de Bovary tira más que una yunta de bueyes, así que a responderle con tus letras más ingeniosas, Jules, y a esperar la contra-respuesta “Dejo todo por vos”, la frase que dijo allá por el fin de siglo. En ese entonces respondí dejando todo por él, y hasta el día de hoy se me hace que esa frase funciona como la campana del experimento de Pávlov.

Sin embargo, el segundo mail de Carlos distaba mucho de ser una invitación a que destruya mi microcosmos actual, simplemente se despedía con el clásico “me alegro que estés bien, te deseo éxito en todo”, que es la muletilla con la que se despide en cada encuentro de esta nueva era.

La pesadilla en todo su esplendor…Carlos amagaba un supuesto interés, para despedirse luego con un desapego imperdonable hacia la mujer que lo amó tanto.

Luego tuve el sueño más extraño.

Estaba en una clase de latín (materia que curso actualmente en mi eterna carrera universitaria). Tenía de compañero a mi querido Totó, pequeña licencia onírica, porque él no pertenece a ese ámbito. El aula tenía más bien el aspecto de colegio secundario, mucho más pulcro y pequeño que el antro de puán. Allí estábamos, entonces, declinando puella, puellae, cuando la profesora pregunta algo parecido a “¿hoy no viene el chico brillante?”. Y en un haz de luz aparece él, Carlos Bovary, era el Carlos de los veinte, previo al flagelo de la calvicie. Me mira intensamente y yo lo amó con una profundidad… que quiero que el pobre Totó desaparezca ipso facto (a tono con la clase en la que se desenvuelve el drama). En el sueño Carlos ya es mi ex, pero yo resguardo a Totó de tal información. Así que mi inconciente se despacha con tremendo nudo simbólico en el que Carlos, Totó y yo asistimos a una misma clase; yo de novia con Totó, amando a Carlos en secreto, Totó desentendido de todo y Carlos como el objeto de deseo pesadillesco.

Eso es todo lo que recuerdo, a mitad de la noche lloré en voz alta y Totó me sacudió porque supuso que estaba ante otra de mis pesadillas. En realidad ya estaba despierta, pero explicarle a Totó que lloraba porque extrañaba a Carlos era una crueldad, y me hice la dormida.

Jules, todo este asunto del mail de tu ex te colapsó la cabeza. Y sí, me vi a mí misma dentro de veinte años, caminando desaliñada por el barrio, mientras las vecinas les advierten a sus hijas “esta es la loca que nunca superó a su ex”.

Y desde luego tanto regurgitar el pasado trajo como consecuencia la catástrofe del presente…con Totó estoy más desencontrada que nunca. Una vez más, señoras y señores, Jules se siente sola.

Me ilusiono con que todo forma parte de la muralla Bovary que construí para que nadie acceda a mi fortaleza, pero Totó tiene ganas de entrar…y yo de permitirselo, a veces.

Aunque también pienso que la aparición de Carlos encierra en sí misma una pregunta tácita: “sos verdaderamente feliz con este hombre, lo amás con toda la convicción con la que me amaste a mí”.

Pensar en esa respuesta me deja sin aire…estoy desolada.

martes, 23 de junio de 2009

Angustias de mail y otras delicias de la realidad virtual

En el transcurso de un mismo fin de semana, a Totó y a mí se nos apareció el pasado en forma de letritas cibernéticas.

Me permito una pequeña licencia al alterar el orden de las cosas -vamos Jules, que esa es tu especialidad-, y comenzaré por lo que, en rigor cronológico, vino después…

Desde que se popularizaron las redes sociales en internet, las celosas del mundo estamos exultantes. Conocedora de mis impulsos asesinos, rechacé la solicitud de amistad que mi querido Totó me hizo llegar a través de una de estas redes. Es que tener acceso a su lista de amiguitas, a los nombres y fotos sensuales de las perras que seguramente me lo quieren quitar, era demasiado. Prefiero ser feliz en mi ignorancia, Totó, y no conocer santo y seña de tus franeleadas por la net.

Dicho y hecho, fui extremadamente feliz en mi ignorancia, hasta que…

Con Totó compartíamos un momento de grata armonía dominguera, hablando de bebés –porque cuando nos ponemos románticos pensamos en hacer alguno- tuvo la excelente idea de mostrarme fotos de un sobrino recién nacido que vive en el extranjero. Desde luego que sólo podía acceder a aquellas fotos a través de su facebook. Así fue como, en el acto más inocente del mundo, viendo fotos de un bebé, pispeo el siguiente mensajito, incrédula: En qué andás lindo que no me das bola? Estás con muchas amantes?

Firmaba su ex novia. (Con su nombre, desde luego, nombre que yo me sabía de me-mo-ria)

Jules, concentráte, recordá tu única clase de tai-chi-chuan, que tomaste hace diez o doce años…dejá que la emoción fluya por tu cuerpo, no la estanques, pensá en un arroyo de agua que corre, sos ese arroyo, etc., etc., etc.

Y así, cual arroyo en época de deshielo, me desbordé. Lo eché de mi casa, pero estábamos en la suya…entonces me empecé a vestir, para irme, mientras el tomaba de rehenes a mis zapatos para que no me fuera.

Mis verdades son bastante amargas cuando me posee el espíritu italiano, los que me conocen lo saben. Pero Totó tiene la rara habilidad de calmarme, quizás porque me hace reír. Cuando veo cómo recibe mis ataques furibundo con cara de malabarista chino al que se le está por escapar una pelota, suelto una carcajada, y después el llanto, y entonces me olvido de cuál era el asunto que nos competía.

Calculo que por eso aflojé, por eso y porque en el forcejeo de la bota, se me apareció la imagen del mail que me llegó esa misma mañana.

Lo que en jerga vulgar solemos llamar cola de paja… había recibido un mail de Carlos Bovary.

En palabras escuetas, sin ninguna alusión al motivo por que cual rompía el silencio luego de haber sido el principal interesado en imponerlo, me preguntaba qué había sido de mi vida, instándome a que le responda.

Entendí que el mail de C. Bovary venía a arruinarlo todo, era como el llamado de la selva, al que iba a acudir, como lo había hecho siempre. Destruyendo mi presente por un apego ridículo al pasado.

Supuse que se había separado de su noviecita por la que me había ignorado hace un año, que estaba nostálgico, solo, y ansioso por retomar contacto con la única mujer a la que verdaderamente había amado.

Obtuvo mi pronta respuesta, que consistía en una enumeración banal de mis quehaceres cotidianos, porque me parecía extremo escribirle: te cuento que estoy enamorada de un hombre de verdad, y que vos vivirás eternamente en mi mundo ficcional, atrapado en la mentira que construí durante todos estos años para no involucrarme con nadie, carlos- único amor, carlos- ideal inalcanzable; por lo que te pido encarecidamente que no atravieses esa dimensión con tus mails e intentos de contactarte, si te dejó tu novia no es mi culpa, curtíte

Una respuesta de ese tenor, habría sido un tanto excesiva.

Entonces me acomodé el traje de ex novia amigable, y le escribí sobre mis progresos académicos y mi obra de teatro, con el inconfesable deseo de que piense: está mejor sin mí.

Porque, vade retro Carlos, ¿qué es este ataque de amistad que les agarra a todos los ex novios/as del mundo? No concibo ser amiga de alguien que amé, lo siento.

Como tampoco concibo que alguien que amo tenga de amiga en su facebook a alguien que amó. Y no se me traba la lengua al decirlo.

Disculpen mi ser retrógrado, todo este drama del pasado que vuelve me puso los pelos de punta.
Es como un film de terror clase b: Carlos regresa de la muerte, sediento, para beberse mi sangre.

Y yo espero despertarme pronto de esta pesadilla.

jueves, 28 de mayo de 2009

Una mente perversa al servicio del amor

Hace algunos días recibí un comentario de un lector anónimo. Me emocioné, Jules, al fin alguien lee tu blog. Luego recordé que la pequeña fama que me habían procurado mis escritos del año pasado, me había hecho trastabillar. Sentía que el espacio privado de mi escritura se contaminaba ante la presencia, virtualmente inmediata, de otros, y un montón de patrañas por el estilo. Todas teorías funcionales a mi baja estima, y a mi tendencia al sedentarismo mental. Como sea, leí el comentario, que fue debidamente publicado en la entrada anterior, y para mi asombro, quien lo escribía, no estaba imbuido de ningún espíritu comentador, sino que promocionaba, a través de mi blog, el suyo. Como soy presa fácil de toda campaña de marketing que ande dando vueltas por ahí, hice click en el enlace...

Por una “extraña” coincidencia Totó estaba husmeándome como un perro. No seas cruel Jules, es sólo cuestión de aprender a poner límites, para no sentirte invadida con tanta frecuencia. Y como lo tenía respirándome en la nuca, vigilando cada paso que daba en la net, soltó una carcajada al compás de: Je je, este blog es mucho más popular que el tuyo…claro, las historias de desamor son más atractivas que las de amor.

Dibujé una mueca de fastidio, de ego herido, de vendetta mientras le decía telepáticamente: ¿Acaso te pensás que escribo historias edulcoradas sobre lo muy enamorada que me hacés sentir? Desde luego que no. No hay mayor desamor que el que habita en una historia de amor. Pero como Totó todavía no desarrolló el arte de escuchar mis puteadas telepáticas, ahí me detengo.

Entonces, desde que nacemos empezamos a morir, tomar conciencia de eso es francamente espantoso. Pensar en la muerte es encarnarla en el cuerpo, y luego, los benditos ataques de pánico, y el consecuente culto al rivotril que profesa nuestra generación. Lo mismo sucede con el amor. Debería decir, lo mismo me sucede…para qué generalizar, habiendo tantas parejas felices.

Así es como mariposas y murciélagos empiezan a aletear al unísono en mi estómago. El primer beso es la cuenta regresiva hacia el último. El ímpetu sexual de los comienzos, la antesala a la abstinencia de los finales.

Totó es, desde el momento en que se convierte en mi novio, mi futuro ex.

Intento buscar los orígenes de semejante derrotismo sentimental. Creo que la única vez que confié ciegamente en la profecía del para siempre fue en mis épocas de Carlos Bovary. Tenía veinte años, y era la primera vez que me enamoraba.

¿Será que en la acumulación de romances, el amor deja de surtir efecto? Cualquier frecuentador de drogas, haga uso o abuso, diría que nunca es como la primera vez. Entonces, Jules, el amor es como un viaje, y aunque dupliques la dosis cada vez durará menos.

Cuando era pequeña, Mamá Ané me contó una historia bastante impúdica ahora que lo pienso. Teníamos una vecina, joven y hermosa, una suerte de femme fatal que rondaba los treinta y escandalizaba al barrio con su soltería. Al verla pasar, Mamá Ané me advertía: tuvo tantos novios que al final se cansó de los hombres, y ahora es lesbiana.

Aparentemente era lesbiana la vecina. Décadas más tarde, la humanidad ha evolucionado hacia una mejor comprensión de las distintas identidades sexuales. Vamos Mamá, que uno no elige ser homosexual a causa de sucesivos fracasos amorosos.

Sin embargo, esas teorías retardatarias se instalan en la tierna cabecita de una colegiala. Y heme aquí, rondando los treinta, vaticinando mi último tiro al blanco heterosexual. Porque me cansé de los hombres, del vaivén amoroso. De que el hombre de mi vida se convierta en un desconocido en cuestión de segundos. A veces meses, o años, pero siempre en una recta temporal fatal e inevitable.

¿Será ese el destino de mi querido Totó?

Aunque en mis raptos de optimismo, me imagino que él tiene la llave que abre la puerta de mi madurez emocional. Y entonces lo miro fijo, hasta perder el foco y desdibujar sus facciones. Ahí es cuando, casi involuntariamente, me viene la imagen de Totó viejo. Y aunque este ejercicio tenga fundamentos ópticos, a veces pienso que es una visión de futuro.

Entonces soy feliz.

miércoles, 13 de mayo de 2009

La mentira de Totó (segunda parte)

Cómo vine yo a despertarme un día con un novio en la cama, es algo que me pregunto y repregunto a cada paso que doy por la peatonal del microcentro.

Haciendo un resumen grosso modo de la cuestión, el nudo se habría desenlazado de la siguiente forma: Chica sensible al sufrimiento ajeno pone el hombro en señal de consuelo a Chico aquejado por las cuitas de una reciente separación. Ese metafórico “poner el hombro”, implicaba en el plano material un sinfín de cervezas heladas acompañadas por esa brisa tan particular de los días previos al verano, helados de chocolate y durazno tropical, improvisados en aquellas noches terribles de insomnio. Recomendaciones de películas y libros, y todo tipo de actividad que procurase distracción mutua. Totó se distraía de su duelo, Jules de su soledad.

Luego vino la traición de Totó, el beso con el que retribuyó tanta insincera amistad. Insincera, sí, porque ahora puedo ver que poco me importaba el dolor de Totó, sólo quería tener un novio sin tenerlo. No te entiendo, Jules. Eso, que quería disfrutar de la compañía de alguien lo suficientemente inofensivo como para que nunca se atreviera a hacer el movimiento de jaque. Y dentro de mis pequeños parámetros con los que mido el comportamiento humano, una persona recién separada no está pensando en adentrarse en vínculo alguno, con lo cuál Totó no representaba ningún peligro.

Una vez más la realidad se ocupó en demostrarme lo poco que me sirven mis ridículas teorías. Totó resultó ser el Kaspárov del amor, porque detrás de ese disfraz de treintañero rejuvenecido, demasiado ocupado en sus fantasías cinéfilas y en sus meditaciones obsesivas, se escondía un amante que, para mi sorpresa, denunció lo insatisfactorio que había sido mi pasado amatorio. En tan baja estima quedaron mis amantes de antaño, y no es que hayan sido pocos, pero Totó los convirtió en chiquillos sin experiencia alguna, a todos, sin excepción.

Naturalmente, a partir de aquella revelación, mis fobias me importaron muy poco, y me dije a mí y a mis amigas con este chico me caso. Las chicas festejaron porque me quieren ver ubicada hace rato, pero la más escéptica de todas, la propia Jules, me dijo: ojito Jules, no vayas a sostener una relación en tu mayor despertar sexual de todos los tiempos…¿qué me quise decir con esto? Que además de dejarme seducir por la performance del muchacho, debía poner especial empeño en conocerlo, y sólo luego de un análisis exhaustivo de sus pros y contras, concluir si era el novio ideal, u otra idea fantasiosa que de un hombre me había formado.

Desde luego atravesar los pantanos de mi fantasía, no es tarea fácil. Menos cuando el objeto de estudio es tan escurridizo como Totó, que no deja de distraerme con su repertorio de frases y gestos complacientes: que te paso a buscar por acá y te llevo acullá, que te acompaño a wherever se te cante el ass, incluso a una guardia ginecológica, un sábado a la noche, porque pensaste que te habías olvidado un tampón adentro que, frente a la mirada indignada del médico de turno, descubrís que nunca te lo habías puesto.

Y así Totó empezó a nadar en mi pecera, porque como él me dijo ante mi planteo número mil: te ví demasiado asustada como para hacerte nadar en la mía.

Entonces conoció a todas mis amigas y a todos los programas de fin de semana involucrados a las mismas. Sumérgete en mi pecera, pez, toma mi café con leche por las mañanas aún cuando por treinticuatro años no hayas tolerado el desayuno. ¡Sumérgete en mi pecera, pez!

De esta manera, pude ver concretado mi deseo de tener un novio sin tenerlo. Estás siendo desalmada Jules.

Luego de cuatro meses puse un cepillo de dientes de más en mi botiquín, para que nunca más tuviera que transportar el suyo en ese anti higiénico bolsillo trasero del pantalón.

Y eso es lo más real que logré tener del sujeto hasta ahora, un cepillo de dientes, fuera de eso, el resto permanece en el más absoluto misterio.

jueves, 7 de mayo de 2009

Prólogo

Hace algunos meses estaba sola, es decir sin novio, porque algunos dirán que solos estamos todos y bla bla, aunque eso yo no me lo crea demasiado. Para mí estar sola es no saber qué se cena en la semana, aunque un profundo rapto de intuición te diga “fideos con aceite, o nada”. O dormir abrazada, noche tras noche, a la almohada. O convocar a tus amigos desde el lunes, para la salida del fin de semana. Y disponer de tanto tiempo para actividades recreativas que, quién te dice, en cinco meses resultás ser una experta en repostería, bonsái, tejido al crochet, incluso en el mismísimo arte de construir formas con tapitas de gaseosa.

El encuentro sexual, el desquite de las hormonas, mejor dicho, es otro capítulo insoslayable en la novela de la soltera. Por ahí están los que piensan que los solteros tienen más sexo. Patrañas. Con más ganas, eso sí. Pero es como comerte un asado después de un viernes santo, y permítaseme hacer, una vez más, uso de la muy trillada metáfora de la carne para ilustrar esta cuestión. Yo fui vegetariana durante siete años, y nunca voy a olvidar aquella noche cálida en la que un asador me convenció de probar su entrañita (El corte vacuno, que no se preste a confusión) En el acto de masticar ese trozo jugoso y crujiente de carne, luego de siete años de abstinencia, encontré un éxtasis que jamás volví a recuperar en asados posteriores.

Esto, trasladado al plano amoroso-sexual daría la siguiente premisa: en tiempos de sequía, cuando el destino nos ofrece un buen revolcón, es todo un acontecimiento. Tal sería el origen de aquél mito que dice que los solteros tienen una vida sexual más frenética. Cómo no va a haber frenesí en un cuerpo que se encuentra con otro, luego de quién sabe cuántos encuentros sucesivos consigo mismo.

Jules, estás divagando. ¿Cuál era mi punto? Ah, que la vida de una soltera trae aparejada una serie de comportamientos y rutinas, que se podrían resumir en las cuatro o cinco pavadas antedichas: incertidumbres culinarias, un trato cariñoso con la almohada, desarrollo de nuevas e insospechadas habilidades en nuestro tiempo de ocio, agitada vida nocturna y sexo poco frecuente aunque provechoso. Si alguno de esos factores se altera, no hay mucho de que preocuparse, quizás tengas un amigo que te visita más de la cuenta.

Ahora que ocurre cuando todos los factores se suprimen dramáticamente, sin excepción. Nunca sucede de la noche a la mañana, no seamos tan ingenuos. Pero imaginemos que un día hacemos uno de esos chequeos de ¿cómo está mi vida hoy? Y descubrimos que, para nuestro asombro, hoy pensamos la cena desde el mediodía, la almohada se convirtió en un señor que ronca, no hay tiempo para bonsáis, los bares nos aturden y el sexo está tan al alcance de la mano, que difícilmente pensemos en ello.

El diagnóstico es inevitable: señorita usted ha comenzado una relación, comúnmente llamada noviazgo. Necesito un ansiolítico, esto no estaba escrito en ningún oráculo, cómo un amigo que te visita demasiado seguido puede convertirse en tu novio…no me lo explico.

Entonces o sobreviene el infarto, o ponemos el pecho a las balas…del amor.

Y así como una relación que termina demanda un duelo, una que empieza nos exige duelar la soltería, inevitablemente.

Ahora me repito: estoy de novia, estoy de novia, estoy de novia. Para convencerme y poder actuar en consecuencia.

Porque como novia siempre fui un desastre, una fila de ex novios podrían testimoniarlo al grito de: esta mujer está completamente loca!

Es que siempre me traté mucho mejor con la soledad que con los hombres. Lo que siendo un don en tiempos de soltera se convierte en una maldición cuando uno se enamora.

Ah, porque el sujeto en cuestión, El Novio, me ha conquistado por completo. Hasta el punto en que me hace desear no arruinarlo todo, pero quién sabe, quizás lo arruine, quizás no. Ay, qué desolador.

Por eso escribo mi propio manual de autoayuda, para intentar alcanzar un poco de claridad espiritual ahora que mi yo se confunde con el de otro, ahora que vivo en un caos de unión y desunión, de entregas y retrocesos, de amor y de egoísmos. Caos al que solemos darle el nombre de Pareja.

Jules, llegó la hora de decirle adiós a los numerosos amantes que habitan en tu cabeza, de considerar la posibilidad de que tu príncipe azul se haya encarnado en ese adorable hombre de ojos clarísimos y orejas de duende, que respira por la boca a causa de sus alergias crónicas y que prepara el desayuno todas las mañanas porque a vos se te hace taaaarde!!

Aunque en verdad, y esto es lo más aterrador, en vez de ser un príncipe libresco, es un hombre. ¡Y no yo sé cómo lidiar con personajes de carne y hueso!